noviembre 02, 2011

(des) encuentro

El hombre hizo un alto antes de cruzarse con la mujer.  Ella decepcionada, cerró sus brazos, dio media vuelta y corrió en dirección al hombre desenfrenado.

Perdida

Para el hombre árbol

Una mujer deambula su camino hacia el hombre que se mantiene quieto, como un árbol, esperando a la mujer que no se pierda en el bosque.

octubre 02, 2011

Creatividad contra reloj

Imagínese junto a este hombre perfecto que camina en dirección hacia usted. Piense rápido, solo le quedan diez segundos para convencerlo de alguna manera de que usted es una mujer que no debe dejar escapar.  No la presiono pero le quedan siete segundos y usted parece estar en el aire…  Le recuerdo que le quedan seis, y disculpe la insistencia, pero parece ser una persona bastante volátil.  Le pido que se concentre.  Muy bien.  Ahora camine erguida, haga contacto visual, sonría sutilmente e imagine la siguiente escena:


el hombre que se dirige a usted también es un globo, y en un segundo ambos empiezan a elevarse.  Usted mira hacia abajo y se aleja de ese grupo de personas que caminan solas y en círculos, sin reparar en nadie, sin encontrarse.  Usted no quiere seguir en ese grupo pero si se fija bien, allá abajo ha dejado al hombre que se dirigía a usted.




Hágame un favor, la próxima vez antes de elevarse tanto, asegúrese de que el hombre puede alcanzarla.  ¡Atenta! Tiene diez segundos para encontrar algún prospecto con más imaginación.

septiembre 29, 2011

Salto Mortal

Todos los días regresa a la casa donde vivió durante los últimos diez años, para recoger a su pequeña hija Estela y llevarla sin falta a la escuela Opus Dei donde su madre la inscribió.  Un año después de separarse de Claudia, el hombre todavía llora.  Puede ser porque su familia no ha apoyado esta decisión, y esto le sigue costando tal pesar, que lo lleva a consumir tranquilizantes que consigue con recetas emitidas por doctores conocidos.

Este viernes el padre de familia desesperado y desvelado al que llamaremos “Alfonso”, llevará a Estela al circo para que vea a su padre como la atracción principal: el hombre ha decidido dar un salto mortal. 

Se apagan las luces, lo enfocan los seguidores, se escucha el silencio y a continuación el redoble de los tambores.  Antes de lanzarse “Alfonso” se persigna, mira hacia abajo y confirma que Martín, su novio, lo está esperando junto a las redes. 

mayo 05, 2011

Los libreros: Especie en extinción

Regularmente llevo a pasear a mis dedos por los estantes de las librerías de los centros comerciales de Guayaquil. He notado que les gusta jugar con los lomos de los libros y a veces hasta con las páginas de uno que otro de estos, hasta que dan con alguno que les llame la atención, y con el cual regresamos todos felices a casa.

Pero no todas las visitas son gratas. Hay ocasiones en las que vuelvo sin los libros que fui a buscar y confieso, que nunca me había puesto en el lugar de una persona que simplemente cae en el local y solicita que le recomienden un libro. Así que fui a investigar si existen los libreros, o son una especie en extinción.

Entré en la librería y en la caja encontré a una señora con cara de pocos amigos; así que busqué al siguiente dependiente y encontré a Juan, licenciado en literatura de la Universidad Estatal. Le pregunté primero por una recomendación de literatura contemporánea ecuatoriana y me llevó hasta Máximo Ortega y su novela “El arcoíris del tiempo” de editorial El Conejo.

–¿De dónde es Ortega?– pregunté y rápidamente me respondió –quiteño, es un escritor nuevo–. Ni nuevo, ni quiteño. El Dr. Máximo Ortega es azogueño, tiene cinco libros publicados de diferentes géneros y el primero lo publicó en 1990.

Luego me recomendó leer al “maestro Javier Vásconez”, pero le dije que mi presupuesto no daba para comprar libros de $30; así que, dicho esto me preguntó –¿le gusta el humor?– y aunque vio mi mueca, igual me recomendó leer “Pajarerías” de Francisco Febres Cordero. Admiro al “Pájaro”, pero admito que cuando de humor se trata, me llevaría bien con el Jorge de Burgos de "El nombre de la rosa" de Eco.

–¿Qué tal si me recomiendas contemporánea hispanoamericana?– le dije, y me llevó hasta José de Sousa Saramago y acotó –aunque hay que ser un poco ateo para leer Caín– añadiendo rápidamente –y no es hispanoamericano–, así que continuó caminando hasta que llegamos a la edición peruana de “Borneo” del joven escritor y crítico Oliverio Coehlo, publicado por Altazor.

Cinco intentos para atinar a una excelente recomendación. El caso es que creo que fue un hecho fortuito. Y lo confirmé cuando me aseguró que el autor era paraguayo. Oliverio Coehlo es argentino y siendo joven tiene una carrera importante y ha recibido varias distinciones internacionales. En el 2010, la revista Granta lo incluyó en su lista de los mejores escritores jóvenes hispanoamericanos.

Ya estuve una vez tentada a leer Borneo, así que considero esta segunda advertencia como una bandera amarilla. Cito la sinopsis de este libro que se encuentra en el blog de la mencionada editorial:

“El lenguaje como excusa para organizar una estructura que nos represente, o que no nos represente, la palabra como un eje funcional para aletargar el vacío o para empujarlo sobre el pavimento; el encierro entre las cuatro paredes al modo de un cartujo para, desde allí, retroalimentarnos con la superficie de otras cartografías que nada tienen que ver con el mundo real; aquél que físicamente está allí, pero que a Ornello Balestro no le dice nada, o le dice mucho. Ese debió ser el enfoque del lente avizor de Oliverio Coehlo cuando escribió Borneo, la novela que lo mantendrá a raya durante el tiempo que le demande escapar de su camisa de fuerza y que seguro a Borges le habría robado un gesto de satisfacción al comprobar que aún no se agotan las posibilidades para fabular desde nuestra lengua. Un aguafuerte que seduce por ese sentido de estremecer más allá del principio estético de la belleza o del compromiso con la realidad y su necia actitud de escogernos el personaje. Oliverio Coehlo ejerce con saña su don. No en vano, Enrique Vila Matas, en vez de palmearle la espalda, le pidió que siga escribiendo”.

Aún cuando esta es la primera vez que hago el ejercicio de pedir una recomendación, no es la primera vez que piso una librería en la que no saben ayudarme, o en la que la selección de libros y autores es pobre, y ésta, dicho sea de paso es una de las funciones del casi extinto librero ecuatoriano.

El joven dependiente fue ágil y servicial; no encontró los títulos que le pedí, pero logró encontrar otras opciones del mismo autor. Puede ser que sea sólo yo, pero por cualquier motivo, uno espera más de los empleados de una librería.

El ejercicio me deja preocupada y pensando en los distintos factores por los cuales el libro comienza a desaparecer. Había considerado los caducos currículos escolares, los lectores que ven letras pero no leen, el control remoto y la televisión; pero no había pensado en los libreros. Tampoco pensé en nosotros, ese raro grupo de personas que hacemos el esfuerzo de acercarnos a la librería para encontrar… a Juan.

abril 28, 2011

Decálogo de principiante (más uno).

  1. Lea a los maestros antes de considerar escribir siquiera el título de su texto.
  2. Tome nota de todo lo que llame su atención.  La mujer sin cejas que hace fila detrás de usted en el supermercado, puede ser la protagonista de su próxima historia de ciencia ficción.
  3. Piense en la idea, pero antes de escribirla, aprópiese de los personajes.
  4. Los textos como la masa de las pizzas, necesitan reposo.
  5. … y al día siguiente: abrevie, borre, reescriba.
  6. Consígase una Fanny1 y entréguele su historia, aún bajo el riesgo de que termine ardiendo en el fuego.
  7. Guarde una copia de su texto antes de entregárselo a Fanny.
  8. Repita en su cabeza: No soy Julio Cortázar.  Si la historia no puede ser contada por otros, no sacrifique un árbol para su impresión.
  9. Su pluma no tiene límites, su editor… sí.
  10. Tómese en serio la escritura.  Su texto puede iluminar vidas o alentar a asesinos en serie.
  11. Y nunca, bajo ningún concepto, siga los consejos de una escritora principiante.

1. Esposa de R.L.Stevenson que deshechó Dr. Jekyll y Mr. Hyde y le dijo a su esposo que re escriba la historia.

abril 17, 2011

Sueños alados


Cada persona tiene una lista de sueños que nos hace distintos.  Hay sueños relativamente fáciles de cumplir y otros más ambiciosos que requieren de mayor constancia, esfuerzo y hasta creatividad.  Esa lista cambia con la edad; algunos añadimos, otros tachamos.  Algunos saben más temprano cuál es un sueño relevante, otros nos damos cuenta más tarde.  Ayer me dijo la mamá de una nueva alumna del taller de escritura de nueve años, que su sueño era ser Premio Nobel de Literatura.  A su edad yo quería un Oscar a la mejor actriz y practicaba mi agradecimiento en los comerciales.

Mis sueños de niña tenían mucho que ver con viajes y logré llegar a todos los lugares que quería ver, de niña.  Ojo que no soñaba con Disney, sino con Buenos Aires, París y Río.  Ahora de “adulta” quiero seguir viajando y los destinos se pusieron más complicados y los fines de los viajes también cambiaron.  Por ejemplo, quiero regresar a París a visitar la tumba de Julito y Maupassant en Montparnasse, o caminar por las calles citadas por Pamuk en el Museo de la Inocencia, lo que me recuerda que los viajes por amor también se incrementaron con los años.

Dormida sueño que vuelo, o más bien que floto y vuelo.  Comienzo a subir por las fachadas de las casas y luego sin miedo estoy en las nubes.  Despierta sueño con el amor.  Que llegue bien, que el viaje sea sin turbulencias y que el destino final sea tal como lo esperaba.  (Las turbulencias en este punto, son negociables).  En fin, sueños tengo muchos y pienso que cada año aumentan, pero el recurrente, el que conservo desde niña y que se lo había confesado a una sola persona es realmente tonto y me hace pensar… ¿por qué quiero subirme en un globo aerostático?

Y llegué a la conclusión de que volar tiene mucho que ver con mi forma de ver la vida y mi manera de actuar.  Que soy libre y que volar es libertad.  Que me enorgullece no tener miedo a opinar (sin herir), a renunciar a los convencionalismos, a rebelarme ante las injusticias, a levantarme cuando no estoy de acuerdo con algo.  Todos mis sueños tienen alas como yo.  Y en algún momento en que pensé que el sueño del amor estaba por realizarse, me di cuenta a tiempo, de que a ese hombre le faltaban las alas para alcanzarme.

Así que seguiré volando y buscando pista para aterrizar.

marzo 21, 2011

La noche que hablé con Paul Auster

Publicado en la Revista Contrapoder (Ene-2011)

“Esto sólo pasa en Nueva York” repetía mi compañero de viaje, en la sala de un cine de películas independientes en la que se encontraba el director checo Jan Hrebejk, cuya película acabábamos de ver. Y tenía razón. La noche anterior había salido a buscar una soda y algo para comer y camino a la tienda ví a Jonathan Franzen hablando sobre su última novela “Freedom” en el interior de la librería McNally Jackson. Sólo en Nueva York.

Pero siendo lectora sería incompleto hablar sobre mi experiencia en  esa ciudad, sin hablar del escritor neoyorkino por excelencia: Paul Auster, autor de “Invisible” y de “La trilogía de Nueva York”, que incluye la brevísima novela “Ciudad de Cristal” que veinte años más tarde fue adaptada exitosamente a novela gráfica y que hace poco inspiró la creación del juego de Playstation que lleva su nombre.

Volviendo a mi compañero de viaje, pues sin él no hubiese vivido la experiencia que hasta la fecha me mantiene en estado de shock. Estábamos bajando las estrechas gradas del departamento donde me hospedaba cuando me informó que al día siguiente, veríamos a alguien importante. Rodé las escaleras pensando en Paul Auster. Esa tarde fuimos al Café Reggio en el Greenwich Village donde escribió Ciudad de Cristal.

Al día siguiente estuvimos en la Sociedad Asíatica muy temprano para poder comprar las entradas y escuchar la charla “Lost (and found) in translation” en la que participaba el escritor (quien algún día fuera traductor de textos de los poetas franceses André Du Bouchet y Jacques Dupin) y Motoyuki Shibata su traductor al japonés y amigo durante muchos años. Una charla en la que Auster escucharía por primera vez como se oía su obra en ese idioma.

El diálogo se desarrolló de manera más bien familiar, una conversación entre amigos sobre las similitudes y las diferencias entre ambos países, cine y baseball. Auster instó a los jóvenes escritores a vivir la experiencia de la traducción como la mejor manera de leer. “Tienes que entender un texto completamente antes de empezar a traducirlo. Luego debes desmontarlo, desmembrarlo totalmente y entonces construirlo otra vez en una nueva lengua”.

Cuando se abrieron las preguntas del público sentía que estaba en Babel; los asistentes, quienes por la capacidad del salón no éramos muchos, lo habíamos leído en español, inglés, japonés, ruso e italiano. Su esposa Siri que estaba sentada delante nuestro, se viraba constantemente a comentar con nosotros sobre las opiniones de Auster y Shibata. Esa noche me sentí como un personaje de una obra de Auster, una noche en la que crucé la delgada línea entre la realidad y la ficción.

En la última pregunta del público se citó a Goethe y se comparó al escritor neoyorkino con una papa, pues existen escritores que son “flores tropicales” es decir que no se pueden traducir, mientras que él, siendo una papa podría crecer (ser traducido) en cualquier tierra. No tuve tiempo de refutar la comparación, así que terminada la charla tomé mi libro y me acerqué a él con el afán de que me firme una copia de su última novela “Sunset Park”.

Cuando lo tuve en frente le dije que le pondría un conciso ejemplo para rechazar la “teoría de la papa”. Y es que dos semanas antes había leído con los alumnos de comunicación de la Universidad Católica de Guayaquil la novela titulada en su idioma original como “City of Glass”, en donde la palabra “glass” es traducida como cristal. Una novela negra en la que el autor nos revela desde la primera página, el leitmotiv de la obra al otorgar el pseudónimo de William Wilson a su protagonista.*

Al llegar a la mitad del libro nos encontramos con una charla entre el personaje principal y el sujeto de su investigación, en la que éste último cita la obra de Lewis Carroll “Through the looking glass”, dándonos una vez más una clara pista sobre lo que está sucediendo en la novela. En esta ocasión la palabra “glass” es traducida al español como espejo y en la obra, la pequeña Alicia contempla al mundo como una inversión de la realidad.

Glass y glass. Cristal y espejo. Un simple ejemplo de que la traducción literaria es una tarea ardua y que el traductor puede tanto aportar al texto como hacer que el trabajo del mismo pierda sentido. Si al leer “Ciudad de Cristal” no tenemos conocimiento de los títulos de ambas novelas en su idioma original, y/o si no prestamos atención a este detalle, no se podría llegar a concluir la intertextualidad de esta obra y lo que autor nos trata de develar al citar a personajes de Poe, Carroll y Cervantes a lo largo de la misma.

Hubiera podido elaborar más pero como Alicia, fui rápidamente devuelta a la realidad para dejar que el autor siga firmando los libros de los demás asistentes. Lo único que recuerdo es que Paul Auster me dijo que no sabía como escribir mi nombre. Sé que me dijo algo más, pero no lo recuerdo porque lo hizo mientras yo estaba del otro lado del espejo.


* William Wilson es un personaje de Edgar Alla Poe, perseguido por su dopplegänger, su fantasmagórico doble.  Al final de la obra el Wilson sobreviviente aparece frente a un espejo en el que ve reflejado el rostro del fallecido, momento en el que el narrador siente que está pronunciando las palabras: «en mí existías, y en mi muerte, ve cuán profundamente te has asesinado a ti mismo».

febrero 26, 2011

Después de las cinco, no hay reseñas.

Nos habíamos citado el viernes a las cinco de la tarde en la Casa de la Cultura núcleo del Guayas con un grupo de mis alumnos del taller de lectura y escritura, para visitar la exposición del artista ecuatoriano Edwin Lluco, pero al llegar nos encontramos con la sorpresa de que la muestra estaba abierta sólo hasta las cinco de la tarde.  Cerrada, un viernes, a las cinco de la tarde.

Dos días antes llamé en repetidas ocasiones al número de teléfono de la mencionada institución para recibir más información y jamás me contestaron.  Opté por investigar en internet sobre la exhibición, cosa que me sirvió para encontrar algunas reseñas sobre otras muestras del artista que se las enseñé a los chicos para que se entusiasmen y escriban una al finalizar el recorrido.  Pero Lluco no pudo ser.

Interior de la Aso.Cultural Las Peñas
Entonces pasamos de la Casa de la Cultura al Centro Cultural Simón Bolívar (ex – MAAC) donde la respuesta de los guardias fue la misma: todo cierra a las cinco.  Nuestra última opción fue caminar por las calles del barrio Las Peñas y recorrer las galerías de Gonzenbach y Gaviria, admirar la arquitectura y recibir de parte de una entusiasta galerista, quien llamaba con silbidos a las iguanas dormidas en los árboles, un par de datos acerca de la flora y fauna del Río Guayas.

La galerista pertenecía a la Asociación Cultural Las Peñas que tiene alrededor de 45 años de funcionamiento.  En ella pudimos encontrar obras de autores reconocidos como Arauz, Peñaherrera, Beltrán, Uzhca y Villa, y pudimos conversar in situ sobre obras de realismo social, surrealismo, expresionismo, entre otras.  Antes de llegar estaba comentándoles sobre la labor de Uzhca en el hospital psiquiátrico de nuestra ciudad, así que fue grato que puedan ver una obra de este autor.

Seguimos nuestro recorrido y subimos todo el cerro y al bajar, los chicos esperaban ansiosos encontrarse con los óleos de Quimibita en su café-galería, óleos que han sido reemplazados por gigantografías que son el marco de música salsa, cervezas y trabajadores ávidos de encontrar un lugar para juntarse después de la oficina.  Poco importaría retirar los cuadros, igual disfrutarían de un par de heladas con o sin ellos.

Por demás está decir que mi cara denotaba decepción, no sólo porque los chicos no pudieron aprovechar el ejercicio que íbamos a realizar después de nuestra exhibición, sino porque me resulta triste vivir la realidad de una ciudad en la que no se desarrollan eventos culturales, ni hay suficiente público para disfrutarlos.

El color me regresó a la cara cuando poco antes de embarcar a los chicos en sus autos, me preguntaron cuándo volveríamos a hacer uno de estos recorridos, o si iríamos a ver a uno de mis alumnos que toca en la sinfónica.  Este grupo de jóvenes me devolvió el aliento y la fé.  Quizás si haya público, y sólo sean los gestores culturales los que faltan o fallan.

febrero 18, 2011

Eco

Termina mi jornada del martes -pienso -pero es lunes.  Así es, vivo tan rápido que no sé ni qué día estamos.  Siento alivio porque sé que eso te pasa a ti también.  Sigo. Salgo a la calle a comer algo que me llene.  Comida. Aclaro porque sé que me conoces y puedes estar pensando en otra cosa.  

Pero es San Valentín y los tiempos de espera en los restaurantes son de cuarenta minutos.  Me dio hambre en San Valentín.  ¡Que error!  No por el hambre, sino porque recuerdo que estás lejos.  Y tú sabes que no es la distancia física la que me preocupa.  Es la distancia.

¿Me estás esperando?  ¿Me estás engañando?  ¿Me estás matando?  Me tienes aquí llena de preguntas que no me atrevo a formular.  ¿Comiste bien?  ¿Avanzaste con tus obligaciones?  ¿Te presentaron a alguien?  Se me quitó el hambre.  Pero ya pasaron los cuarenta minutos y entro.  Recuerdo tu plato favorito y te huelo.  Aspiro recuerdos y me preocupa llenar los pulmones con ellos.  

Te llamo con el pensamiento.  Tú me llamas con el teléfono.  Mejor que el pensamiento- pienso.  Siempre mejor que yo- existo.  Con la llamada me devuelves el aliento que se me quedó en la entrada del restaurante.  Grito pero no escuchas nada.  Callamos.  Los dos nos estamos cuidando el corazón.   Tú más.  Yo menos.  Te extraño- digo antes de cerrar.  Pero ya no hay eco.  eco.  eco.