febrero 18, 2011

Eco

Termina mi jornada del martes -pienso -pero es lunes.  Así es, vivo tan rápido que no sé ni qué día estamos.  Siento alivio porque sé que eso te pasa a ti también.  Sigo. Salgo a la calle a comer algo que me llene.  Comida. Aclaro porque sé que me conoces y puedes estar pensando en otra cosa.  

Pero es San Valentín y los tiempos de espera en los restaurantes son de cuarenta minutos.  Me dio hambre en San Valentín.  ¡Que error!  No por el hambre, sino porque recuerdo que estás lejos.  Y tú sabes que no es la distancia física la que me preocupa.  Es la distancia.

¿Me estás esperando?  ¿Me estás engañando?  ¿Me estás matando?  Me tienes aquí llena de preguntas que no me atrevo a formular.  ¿Comiste bien?  ¿Avanzaste con tus obligaciones?  ¿Te presentaron a alguien?  Se me quitó el hambre.  Pero ya pasaron los cuarenta minutos y entro.  Recuerdo tu plato favorito y te huelo.  Aspiro recuerdos y me preocupa llenar los pulmones con ellos.  

Te llamo con el pensamiento.  Tú me llamas con el teléfono.  Mejor que el pensamiento- pienso.  Siempre mejor que yo- existo.  Con la llamada me devuelves el aliento que se me quedó en la entrada del restaurante.  Grito pero no escuchas nada.  Callamos.  Los dos nos estamos cuidando el corazón.   Tú más.  Yo menos.  Te extraño- digo antes de cerrar.  Pero ya no hay eco.  eco.  eco.

2 comentarios:

La Baronesa dijo...

Hermoso! sobre todo aquello de "...nos estamos cuidando el corazón"

Eingana dijo...

Ya llega un punto en el que toca cuidarse el corazón. ¡Gracias por la visita!