febrero 26, 2011

Después de las cinco, no hay reseñas.

Nos habíamos citado el viernes a las cinco de la tarde en la Casa de la Cultura núcleo del Guayas con un grupo de mis alumnos del taller de lectura y escritura, para visitar la exposición del artista ecuatoriano Edwin Lluco, pero al llegar nos encontramos con la sorpresa de que la muestra estaba abierta sólo hasta las cinco de la tarde.  Cerrada, un viernes, a las cinco de la tarde.

Dos días antes llamé en repetidas ocasiones al número de teléfono de la mencionada institución para recibir más información y jamás me contestaron.  Opté por investigar en internet sobre la exhibición, cosa que me sirvió para encontrar algunas reseñas sobre otras muestras del artista que se las enseñé a los chicos para que se entusiasmen y escriban una al finalizar el recorrido.  Pero Lluco no pudo ser.

Interior de la Aso.Cultural Las Peñas
Entonces pasamos de la Casa de la Cultura al Centro Cultural Simón Bolívar (ex – MAAC) donde la respuesta de los guardias fue la misma: todo cierra a las cinco.  Nuestra última opción fue caminar por las calles del barrio Las Peñas y recorrer las galerías de Gonzenbach y Gaviria, admirar la arquitectura y recibir de parte de una entusiasta galerista, quien llamaba con silbidos a las iguanas dormidas en los árboles, un par de datos acerca de la flora y fauna del Río Guayas.

La galerista pertenecía a la Asociación Cultural Las Peñas que tiene alrededor de 45 años de funcionamiento.  En ella pudimos encontrar obras de autores reconocidos como Arauz, Peñaherrera, Beltrán, Uzhca y Villa, y pudimos conversar in situ sobre obras de realismo social, surrealismo, expresionismo, entre otras.  Antes de llegar estaba comentándoles sobre la labor de Uzhca en el hospital psiquiátrico de nuestra ciudad, así que fue grato que puedan ver una obra de este autor.

Seguimos nuestro recorrido y subimos todo el cerro y al bajar, los chicos esperaban ansiosos encontrarse con los óleos de Quimibita en su café-galería, óleos que han sido reemplazados por gigantografías que son el marco de música salsa, cervezas y trabajadores ávidos de encontrar un lugar para juntarse después de la oficina.  Poco importaría retirar los cuadros, igual disfrutarían de un par de heladas con o sin ellos.

Por demás está decir que mi cara denotaba decepción, no sólo porque los chicos no pudieron aprovechar el ejercicio que íbamos a realizar después de nuestra exhibición, sino porque me resulta triste vivir la realidad de una ciudad en la que no se desarrollan eventos culturales, ni hay suficiente público para disfrutarlos.

El color me regresó a la cara cuando poco antes de embarcar a los chicos en sus autos, me preguntaron cuándo volveríamos a hacer uno de estos recorridos, o si iríamos a ver a uno de mis alumnos que toca en la sinfónica.  Este grupo de jóvenes me devolvió el aliento y la fé.  Quizás si haya público, y sólo sean los gestores culturales los que faltan o fallan.

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