enero 31, 2013

Crónica de horror


Tengo la convicción de que en los viajes se deben vivir experiencias únicas, porque no sabemos cuándo vamos a regresar -quizá no lo hagamos nunca-, entonces por qué no vivir la experiencia de la mejor manera y de ser posible visitando esos lugares a los que van quienes necesitan de algo más para sorprenderse.  Lugares sin foto para la postal.

Así llegué al Café “Des 2 moulins”, la cafetería de Amelié en Paris, Francia.
Así me subí en un bus sin hablar portugués para tomar clases de samba en Río de Janeiro, Brasil.
Así caminé descalza en un viñedo de Chianti en Italia.
Así me perdí en las calles de Atenas y me di en la nariz con la Acrópolis, Grecia.
Así terminé tomando un shot de tequila en el pueblo de Tequila.
Así.

A México viajé por primera vez con una compañera que tiene ojos de turista, así que me forzó a tomar un tour sobre el clásico bus rojo de dos pisos lleno de gente que se toma fotos en cada esquina y que come cada chuchería que encuentra en la calle, pero que hoy agradezco porque sobre él, los afiches de la exposición «Vampiros y hombres lobo: Mitos y realidades» quedaban a la altura de mi vista.  Lo bueno de que tus amigos te fuercen a realizar una actividad, es que en el momento menos pensado, tendrán que aceptar ser forzados también.

Tomé nota de la dirección del sitio web y encontré dónde estaba ubicada la muestra.  Convencí fácilmente a mi amiga para ir a la exposición así que caminamos con las indicaciones de ‘google maps’ por las empedradas calles de Zócalo, hasta que un amable policía –en México toda la gente suele ser muy amable- nos dijo que aún estábamos muy lejos.  Luego de la sentencia tomamos un taxi que nos dejó en la puerta del Museo de la Policía, un lugar ad hoc para realizar una exhibición de monstruos, considerando que los policías nos guardan de ellos todo el tiempo.  Entrar en el recinto por ende, me resultó poético.

A la entrada los dos jóvenes góticos de la boletería nos dijeron que no podíamos tomar fotos, nos extendieron dos entradas y dos audífonos para poder escuchar el audio en las siete salas de la exposición.  Cuando ingresamos, la primera sala tenía mapas antiguos en los que se podía ubicar a los vampiros mitológicos de distintas culturas empezando por la Empusa, criatura fantástica de la antigua Grecia; pasando por la Tlahuelpuchi, de la cultura nahua; y llegando hasta el contemporáneo chupacabras.

Avanzamos a la siguiente sala que tenía menor iluminación.  A la derecha en el piso, seis ataúdes que demostraban diferentes maneras de enterrar a un vampiro, uno con monedas en los ojos, otro hacia abajo, otro con collares de ajos, otro con piedras, otro, otro.  En la misma sala la presencia de los tratados de los primeros estudiosos de los vampiros y el maletín del famoso Dr. Van Helsing, personaje de ficción creado por Bram Stoker para su novela escrita en 1897, Drácula.

Las luces iban palideciendo mientras avanzábamos.

Allí, en la siguiente sala teñida de rojo sangre, un único personaje central: Vlad III, Vlad Drăculea, Vlad el empalador.  Si bien es cierto que el primer vampiro de la ficción es el que creó el Dr. John Polidori, Bram Stoker se inspiró en este sangriento personaje para escribir “Odiado y temido. Estoy muerto para todo el mundo. Escúchame. Yo soy el monstruo al que los hombres vivos matarían. Yo soy Drácula”.  Su castillo en Transilvania se puede visitar y está lleno de laberintos bajo tierra en los que encerraba a sus enemigos, a los vivos y a los que había empalado.  El empalamiento era una forma de tortura usual en esa época, lo que hacía inusual a este personaje, era que se sentaba a desayunar frente a los cuerpos desangrados, atravesados por los palos, e incluso la leyenda cuenta que en ocasiones mojaba sus alimentos con la sangre de sus enemigos antes de comer.

Rápidamente pasamos a una habitación que recreaba el cuarto de baño del castillo de la Condesa Elizabeth Bathory, quien guarda el record de ser la mujer con más asesinatos de la historia.  La Condesa Bathory mató lentamente a 630 personas, en su mayoría mujeres vírgenes, con el afán de conservar su juventud y belleza, utilizando la sangre de sus víctimas para darse baños.  Las mujeres que inocentemente entraban al castillo para emplearse al servicio de Bathory, nunca salieron vivas, sus cuerpos eran colgados sobre una bañera y agujerados para que ella pudiera tomar sus baños.  El escritor irlandés Sheridan Le Fanu escribió en 1872 la novela Carmilla, la primera mujer vampiro de la literatura, basado en ella; pero de este personaje que resultó prolífico, escribirían incluso hasta Cortázar y Pizarnik.

La siguiente habitación estaba dedicada a Nosferatu, el primer vampiro enamorado.  Luego de esta, una sala apretada con un colosal hombre lobo.  Yo confieso que avanzaba con nervios pues oscurecía la exposición y presentía que al abrir la siguiente puerta me esperaba algún vampiro detrás de ella.  Avanzamos hasta llegar a una habitación que aunque iluminada, era la más oscura.  En ella había fotografías de asesinos en serie asociados con el canibalismo y vampirismo, y réplicas de sus hogares o escondites en donde mataban a sus víctimas.  Una sala escalofriante por la proximidad de los hechos.  Por los rostros de gente que luce tan normal, pero tan normal, que antes de llegar podría haberme cruzado en la calle con alguno de ellos.  Gente que es capaz de picar a una mujer y guardarla en el refrigerador de su casa sin ningún empacho o remordimiento.  Gente con un trastorno mental llamado vampirismo.

Al salir de la exhibición mi amiga tenía hambre.  Yo no, a mí con tanta sangre se me había quitado.  Pero al día siguiente nos regresábamos a Ecuador y a mí me faltaba algo por hacer.  Llegó el momento en el que fuerzas a tu amigo para que te devuelva el favor que le hiciste.  -Vamos a comer a Los Girasoles-, le dije.  -Y qué vamos a comer allí-, me preguntó.  –Chapulines-, respondí.  -¿Pero los chapulines, no son grillos?-  -Sí, son grillos-.  Y con la cara retorcida accedió a acompañarme, mas no a probar los chapulines.

-Deja ver-, dijo mi amiga.  Destapé el taco y mi primera sorpresa fue ver que habían picado a los grillos y por ende no pude ver al insecto completo, lo cual era mi intención.   -Come, que esto es algo típico mexicano-, me repetía.  Comí y mi almuerzo fue un horror, porque los patas de los chapulines crocantes se quedaron entre mis dientes, el sabor de las hierbitas que aderezaban los tacos me desagradó y mi cuenta sobrepasó los $50 porque el restaurante era “gourmet”.  Luego de esta visita, regresé a México dos veces más; a la exhibición de vampiros regresaría encantada.  A Los Girasoles, qué horror… nunca más.


octubre 12, 2012

El criorreloj


El criorreloj es un dispositivo que congela el tiempo en dos modalidades: la primera es automática y de corta duración y se activa en el preciso momento que se desea congelar un evento de manera irreflexiva, con el afán de retener en la memoria esa sensación producida por acontecimientos tan diversos como lo pueden ser el primer beso o la clasificación del equipo nacional al mundial de fútbol. El criorreloj cumple deteniendo el tiempo por el lapso de un minuto durante el cual nadie puede cambiar el estado de ánimo adquirido por dicho evento, registrando así la sensación obtenida en el banco de datos de la felicidad del usuario. La segunda, se utiliza de una manera consciente y calculada, usualmente por motivos más oscuros. El beneficiario del criorreloj deberá aplastar por dos segundos el botón rojo marcado con la palabra “Necesario” e ingresar la cantidad de tiempo que precisará para adulterar la escena de un crimen, manipular un matrimonio que no funciona o implantar un chip a los lectores de este microcuento.

Discapacidad auditiva


El niño observaba atentamente el trabajo de su padre.  El arquitecto era responsable de importantes espacios urbanos y edificaciones.  El niño empero no tenía las habilidades motrices de su padre y por lo tanto no tenía aspiraciones por construir nada.  Sus sueños eran otros y eran mucho más altos.  Sin embargo su padre trabajaba en un proyecto que le llamó la atención como ningún otro.  Lo ayudó a moldear la cera, a enhebrar la aguja y a clasificar las plumas en diferentes tamaños.  De vez en cuando soplaba una y la seguía con la mirada.  El niño que vivía en un mundo de silencio, hoy le hacía cientos de preguntas al padre y el padre al ver a su hijo interesado en su trabajo por primera vez, le respondía emocionado.  Sin embargo el niño sólo entendía lo que sus sueños y las plumas le sugerían.  Quiso ser pájaro.  Su padre le gritaba que se detenga, que no se eleve tanto.  Pero el niño tocó el sol y sus plumas se quemaron.  La cera goteó y al caer a la tierra formó una montaña a la cual subo todas las tardes para intentar escuchar el eco de tu voz.

noviembre 02, 2011

(des) encuentro

El hombre hizo un alto antes de cruzarse con la mujer.  Ella decepcionada, cerró sus brazos, dio media vuelta y corrió en dirección al hombre desenfrenado.

Perdida

Para el hombre árbol

Una mujer deambula su camino hacia el hombre que se mantiene quieto, como un árbol, esperando a la mujer que no se pierda en el bosque.

octubre 02, 2011

Creatividad contra reloj

Imagínese junto a este hombre perfecto que camina en dirección hacia usted. Piense rápido, solo le quedan diez segundos para convencerlo de alguna manera de que usted es una mujer que no debe dejar escapar.  No la presiono pero le quedan siete segundos y usted parece estar en el aire…  Le recuerdo que le quedan seis, y disculpe la insistencia, pero parece ser una persona bastante volátil.  Le pido que se concentre.  Muy bien.  Ahora camine erguida, haga contacto visual, sonría sutilmente e imagine la siguiente escena:


el hombre que se dirige a usted también es un globo, y en un segundo ambos empiezan a elevarse.  Usted mira hacia abajo y se aleja de ese grupo de personas que caminan solas y en círculos, sin reparar en nadie, sin encontrarse.  Usted no quiere seguir en ese grupo pero si se fija bien, allá abajo ha dejado al hombre que se dirigía a usted.




Hágame un favor, la próxima vez antes de elevarse tanto, asegúrese de que el hombre puede alcanzarla.  ¡Atenta! Tiene diez segundos para encontrar algún prospecto con más imaginación.

septiembre 29, 2011

Salto Mortal

Todos los días regresa a la casa donde vivió durante los últimos diez años, para recoger a su pequeña hija Estela y llevarla sin falta a la escuela Opus Dei donde su madre la inscribió.  Un año después de separarse de Claudia, el hombre todavía llora.  Puede ser porque su familia no ha apoyado esta decisión, y esto le sigue costando tal pesar, que lo lleva a consumir tranquilizantes que consigue con recetas emitidas por doctores conocidos.

Este viernes el padre de familia desesperado y desvelado al que llamaremos “Alfonso”, llevará a Estela al circo para que vea a su padre como la atracción principal: el hombre ha decidido dar un salto mortal. 

Se apagan las luces, lo enfocan los seguidores, se escucha el silencio y a continuación el redoble de los tambores.  Antes de lanzarse “Alfonso” se persigna, mira hacia abajo y confirma que Martín, su novio, lo está esperando junto a las redes. 

mayo 05, 2011

Los libreros: Especie en extinción

Regularmente llevo a pasear a mis dedos por los estantes de las librerías de los centros comerciales de Guayaquil. He notado que les gusta jugar con los lomos de los libros y a veces hasta con las páginas de uno que otro de estos, hasta que dan con alguno que les llame la atención, y con el cual regresamos todos felices a casa.

Pero no todas las visitas son gratas. Hay ocasiones en las que vuelvo sin los libros que fui a buscar y confieso, que nunca me había puesto en el lugar de una persona que simplemente cae en el local y solicita que le recomienden un libro. Así que fui a investigar si existen los libreros, o son una especie en extinción.

Entré en la librería y en la caja encontré a una señora con cara de pocos amigos; así que busqué al siguiente dependiente y encontré a Juan, licenciado en literatura de la Universidad Estatal. Le pregunté primero por una recomendación de literatura contemporánea ecuatoriana y me llevó hasta Máximo Ortega y su novela “El arcoíris del tiempo” de editorial El Conejo.

–¿De dónde es Ortega?– pregunté y rápidamente me respondió –quiteño, es un escritor nuevo–. Ni nuevo, ni quiteño. El Dr. Máximo Ortega es azogueño, tiene cinco libros publicados de diferentes géneros y el primero lo publicó en 1990.

Luego me recomendó leer al “maestro Javier Vásconez”, pero le dije que mi presupuesto no daba para comprar libros de $30; así que, dicho esto me preguntó –¿le gusta el humor?– y aunque vio mi mueca, igual me recomendó leer “Pajarerías” de Francisco Febres Cordero. Admiro al “Pájaro”, pero admito que cuando de humor se trata, me llevaría bien con el Jorge de Burgos de "El nombre de la rosa" de Eco.

–¿Qué tal si me recomiendas contemporánea hispanoamericana?– le dije, y me llevó hasta José de Sousa Saramago y acotó –aunque hay que ser un poco ateo para leer Caín– añadiendo rápidamente –y no es hispanoamericano–, así que continuó caminando hasta que llegamos a la edición peruana de “Borneo” del joven escritor y crítico Oliverio Coehlo, publicado por Altazor.

Cinco intentos para atinar a una excelente recomendación. El caso es que creo que fue un hecho fortuito. Y lo confirmé cuando me aseguró que el autor era paraguayo. Oliverio Coehlo es argentino y siendo joven tiene una carrera importante y ha recibido varias distinciones internacionales. En el 2010, la revista Granta lo incluyó en su lista de los mejores escritores jóvenes hispanoamericanos.

Ya estuve una vez tentada a leer Borneo, así que considero esta segunda advertencia como una bandera amarilla. Cito la sinopsis de este libro que se encuentra en el blog de la mencionada editorial:

“El lenguaje como excusa para organizar una estructura que nos represente, o que no nos represente, la palabra como un eje funcional para aletargar el vacío o para empujarlo sobre el pavimento; el encierro entre las cuatro paredes al modo de un cartujo para, desde allí, retroalimentarnos con la superficie de otras cartografías que nada tienen que ver con el mundo real; aquél que físicamente está allí, pero que a Ornello Balestro no le dice nada, o le dice mucho. Ese debió ser el enfoque del lente avizor de Oliverio Coehlo cuando escribió Borneo, la novela que lo mantendrá a raya durante el tiempo que le demande escapar de su camisa de fuerza y que seguro a Borges le habría robado un gesto de satisfacción al comprobar que aún no se agotan las posibilidades para fabular desde nuestra lengua. Un aguafuerte que seduce por ese sentido de estremecer más allá del principio estético de la belleza o del compromiso con la realidad y su necia actitud de escogernos el personaje. Oliverio Coehlo ejerce con saña su don. No en vano, Enrique Vila Matas, en vez de palmearle la espalda, le pidió que siga escribiendo”.

Aún cuando esta es la primera vez que hago el ejercicio de pedir una recomendación, no es la primera vez que piso una librería en la que no saben ayudarme, o en la que la selección de libros y autores es pobre, y ésta, dicho sea de paso es una de las funciones del casi extinto librero ecuatoriano.

El joven dependiente fue ágil y servicial; no encontró los títulos que le pedí, pero logró encontrar otras opciones del mismo autor. Puede ser que sea sólo yo, pero por cualquier motivo, uno espera más de los empleados de una librería.

El ejercicio me deja preocupada y pensando en los distintos factores por los cuales el libro comienza a desaparecer. Había considerado los caducos currículos escolares, los lectores que ven letras pero no leen, el control remoto y la televisión; pero no había pensado en los libreros. Tampoco pensé en nosotros, ese raro grupo de personas que hacemos el esfuerzo de acercarnos a la librería para encontrar… a Juan.

abril 28, 2011

Decálogo de principiante (más uno).

  1. Lea a los maestros antes de considerar escribir siquiera el título de su texto.
  2. Tome nota de todo lo que llame su atención.  La mujer sin cejas que hace fila detrás de usted en el supermercado, puede ser la protagonista de su próxima historia de ciencia ficción.
  3. Piense en la idea, pero antes de escribirla, aprópiese de los personajes.
  4. Los textos como la masa de las pizzas, necesitan reposo.
  5. … y al día siguiente: abrevie, borre, reescriba.
  6. Consígase una Fanny1 y entréguele su historia, aún bajo el riesgo de que termine ardiendo en el fuego.
  7. Guarde una copia de su texto antes de entregárselo a Fanny.
  8. Repita en su cabeza: No soy Julio Cortázar.  Si la historia no puede ser contada por otros, no sacrifique un árbol para su impresión.
  9. Su pluma no tiene límites, su editor… sí.
  10. Tómese en serio la escritura.  Su texto puede iluminar vidas o alentar a asesinos en serie.
  11. Y nunca, bajo ningún concepto, siga los consejos de una escritora principiante.

1. Esposa de R.L.Stevenson que deshechó Dr. Jekyll y Mr. Hyde y le dijo a su esposo que re escriba la historia.

abril 17, 2011

Sueños alados


Cada persona tiene una lista de sueños que nos hace distintos.  Hay sueños relativamente fáciles de cumplir y otros más ambiciosos que requieren de mayor constancia, esfuerzo y hasta creatividad.  Esa lista cambia con la edad; algunos añadimos, otros tachamos.  Algunos saben más temprano cuál es un sueño relevante, otros nos damos cuenta más tarde.  Ayer me dijo la mamá de una nueva alumna del taller de escritura de nueve años, que su sueño era ser Premio Nobel de Literatura.  A su edad yo quería un Oscar a la mejor actriz y practicaba mi agradecimiento en los comerciales.

Mis sueños de niña tenían mucho que ver con viajes y logré llegar a todos los lugares que quería ver, de niña.  Ojo que no soñaba con Disney, sino con Buenos Aires, París y Río.  Ahora de “adulta” quiero seguir viajando y los destinos se pusieron más complicados y los fines de los viajes también cambiaron.  Por ejemplo, quiero regresar a París a visitar la tumba de Julito y Maupassant en Montparnasse, o caminar por las calles citadas por Pamuk en el Museo de la Inocencia, lo que me recuerda que los viajes por amor también se incrementaron con los años.

Dormida sueño que vuelo, o más bien que floto y vuelo.  Comienzo a subir por las fachadas de las casas y luego sin miedo estoy en las nubes.  Despierta sueño con el amor.  Que llegue bien, que el viaje sea sin turbulencias y que el destino final sea tal como lo esperaba.  (Las turbulencias en este punto, son negociables).  En fin, sueños tengo muchos y pienso que cada año aumentan, pero el recurrente, el que conservo desde niña y que se lo había confesado a una sola persona es realmente tonto y me hace pensar… ¿por qué quiero subirme en un globo aerostático?

Y llegué a la conclusión de que volar tiene mucho que ver con mi forma de ver la vida y mi manera de actuar.  Que soy libre y que volar es libertad.  Que me enorgullece no tener miedo a opinar (sin herir), a renunciar a los convencionalismos, a rebelarme ante las injusticias, a levantarme cuando no estoy de acuerdo con algo.  Todos mis sueños tienen alas como yo.  Y en algún momento en que pensé que el sueño del amor estaba por realizarse, me di cuenta a tiempo, de que a ese hombre le faltaban las alas para alcanzarme.

Así que seguiré volando y buscando pista para aterrizar.

marzo 21, 2011

La noche que hablé con Paul Auster

Publicado en la Revista Contrapoder (Ene-2011)

“Esto sólo pasa en Nueva York” repetía mi compañero de viaje, en la sala de un cine de películas independientes en la que se encontraba el director checo Jan Hrebejk, cuya película acabábamos de ver. Y tenía razón. La noche anterior había salido a buscar una soda y algo para comer y camino a la tienda ví a Jonathan Franzen hablando sobre su última novela “Freedom” en el interior de la librería McNally Jackson. Sólo en Nueva York.

Pero siendo lectora sería incompleto hablar sobre mi experiencia en  esa ciudad, sin hablar del escritor neoyorkino por excelencia: Paul Auster, autor de “Invisible” y de “La trilogía de Nueva York”, que incluye la brevísima novela “Ciudad de Cristal” que veinte años más tarde fue adaptada exitosamente a novela gráfica y que hace poco inspiró la creación del juego de Playstation que lleva su nombre.

Volviendo a mi compañero de viaje, pues sin él no hubiese vivido la experiencia que hasta la fecha me mantiene en estado de shock. Estábamos bajando las estrechas gradas del departamento donde me hospedaba cuando me informó que al día siguiente, veríamos a alguien importante. Rodé las escaleras pensando en Paul Auster. Esa tarde fuimos al Café Reggio en el Greenwich Village donde escribió Ciudad de Cristal.

Al día siguiente estuvimos en la Sociedad Asíatica muy temprano para poder comprar las entradas y escuchar la charla “Lost (and found) in translation” en la que participaba el escritor (quien algún día fuera traductor de textos de los poetas franceses André Du Bouchet y Jacques Dupin) y Motoyuki Shibata su traductor al japonés y amigo durante muchos años. Una charla en la que Auster escucharía por primera vez como se oía su obra en ese idioma.

El diálogo se desarrolló de manera más bien familiar, una conversación entre amigos sobre las similitudes y las diferencias entre ambos países, cine y baseball. Auster instó a los jóvenes escritores a vivir la experiencia de la traducción como la mejor manera de leer. “Tienes que entender un texto completamente antes de empezar a traducirlo. Luego debes desmontarlo, desmembrarlo totalmente y entonces construirlo otra vez en una nueva lengua”.

Cuando se abrieron las preguntas del público sentía que estaba en Babel; los asistentes, quienes por la capacidad del salón no éramos muchos, lo habíamos leído en español, inglés, japonés, ruso e italiano. Su esposa Siri que estaba sentada delante nuestro, se viraba constantemente a comentar con nosotros sobre las opiniones de Auster y Shibata. Esa noche me sentí como un personaje de una obra de Auster, una noche en la que crucé la delgada línea entre la realidad y la ficción.

En la última pregunta del público se citó a Goethe y se comparó al escritor neoyorkino con una papa, pues existen escritores que son “flores tropicales” es decir que no se pueden traducir, mientras que él, siendo una papa podría crecer (ser traducido) en cualquier tierra. No tuve tiempo de refutar la comparación, así que terminada la charla tomé mi libro y me acerqué a él con el afán de que me firme una copia de su última novela “Sunset Park”.

Cuando lo tuve en frente le dije que le pondría un conciso ejemplo para rechazar la “teoría de la papa”. Y es que dos semanas antes había leído con los alumnos de comunicación de la Universidad Católica de Guayaquil la novela titulada en su idioma original como “City of Glass”, en donde la palabra “glass” es traducida como cristal. Una novela negra en la que el autor nos revela desde la primera página, el leitmotiv de la obra al otorgar el pseudónimo de William Wilson a su protagonista.*

Al llegar a la mitad del libro nos encontramos con una charla entre el personaje principal y el sujeto de su investigación, en la que éste último cita la obra de Lewis Carroll “Through the looking glass”, dándonos una vez más una clara pista sobre lo que está sucediendo en la novela. En esta ocasión la palabra “glass” es traducida al español como espejo y en la obra, la pequeña Alicia contempla al mundo como una inversión de la realidad.

Glass y glass. Cristal y espejo. Un simple ejemplo de que la traducción literaria es una tarea ardua y que el traductor puede tanto aportar al texto como hacer que el trabajo del mismo pierda sentido. Si al leer “Ciudad de Cristal” no tenemos conocimiento de los títulos de ambas novelas en su idioma original, y/o si no prestamos atención a este detalle, no se podría llegar a concluir la intertextualidad de esta obra y lo que autor nos trata de develar al citar a personajes de Poe, Carroll y Cervantes a lo largo de la misma.

Hubiera podido elaborar más pero como Alicia, fui rápidamente devuelta a la realidad para dejar que el autor siga firmando los libros de los demás asistentes. Lo único que recuerdo es que Paul Auster me dijo que no sabía como escribir mi nombre. Sé que me dijo algo más, pero no lo recuerdo porque lo hizo mientras yo estaba del otro lado del espejo.


* William Wilson es un personaje de Edgar Alla Poe, perseguido por su dopplegänger, su fantasmagórico doble.  Al final de la obra el Wilson sobreviviente aparece frente a un espejo en el que ve reflejado el rostro del fallecido, momento en el que el narrador siente que está pronunciando las palabras: «en mí existías, y en mi muerte, ve cuán profundamente te has asesinado a ti mismo».

febrero 26, 2011

Después de las cinco, no hay reseñas.

Nos habíamos citado el viernes a las cinco de la tarde en la Casa de la Cultura núcleo del Guayas con un grupo de mis alumnos del taller de lectura y escritura, para visitar la exposición del artista ecuatoriano Edwin Lluco, pero al llegar nos encontramos con la sorpresa de que la muestra estaba abierta sólo hasta las cinco de la tarde.  Cerrada, un viernes, a las cinco de la tarde.

Dos días antes llamé en repetidas ocasiones al número de teléfono de la mencionada institución para recibir más información y jamás me contestaron.  Opté por investigar en internet sobre la exhibición, cosa que me sirvió para encontrar algunas reseñas sobre otras muestras del artista que se las enseñé a los chicos para que se entusiasmen y escriban una al finalizar el recorrido.  Pero Lluco no pudo ser.

Interior de la Aso.Cultural Las Peñas
Entonces pasamos de la Casa de la Cultura al Centro Cultural Simón Bolívar (ex – MAAC) donde la respuesta de los guardias fue la misma: todo cierra a las cinco.  Nuestra última opción fue caminar por las calles del barrio Las Peñas y recorrer las galerías de Gonzenbach y Gaviria, admirar la arquitectura y recibir de parte de una entusiasta galerista, quien llamaba con silbidos a las iguanas dormidas en los árboles, un par de datos acerca de la flora y fauna del Río Guayas.

La galerista pertenecía a la Asociación Cultural Las Peñas que tiene alrededor de 45 años de funcionamiento.  En ella pudimos encontrar obras de autores reconocidos como Arauz, Peñaherrera, Beltrán, Uzhca y Villa, y pudimos conversar in situ sobre obras de realismo social, surrealismo, expresionismo, entre otras.  Antes de llegar estaba comentándoles sobre la labor de Uzhca en el hospital psiquiátrico de nuestra ciudad, así que fue grato que puedan ver una obra de este autor.

Seguimos nuestro recorrido y subimos todo el cerro y al bajar, los chicos esperaban ansiosos encontrarse con los óleos de Quimibita en su café-galería, óleos que han sido reemplazados por gigantografías que son el marco de música salsa, cervezas y trabajadores ávidos de encontrar un lugar para juntarse después de la oficina.  Poco importaría retirar los cuadros, igual disfrutarían de un par de heladas con o sin ellos.

Por demás está decir que mi cara denotaba decepción, no sólo porque los chicos no pudieron aprovechar el ejercicio que íbamos a realizar después de nuestra exhibición, sino porque me resulta triste vivir la realidad de una ciudad en la que no se desarrollan eventos culturales, ni hay suficiente público para disfrutarlos.

El color me regresó a la cara cuando poco antes de embarcar a los chicos en sus autos, me preguntaron cuándo volveríamos a hacer uno de estos recorridos, o si iríamos a ver a uno de mis alumnos que toca en la sinfónica.  Este grupo de jóvenes me devolvió el aliento y la fé.  Quizás si haya público, y sólo sean los gestores culturales los que faltan o fallan.

febrero 18, 2011

Eco

Termina mi jornada del martes -pienso -pero es lunes.  Así es, vivo tan rápido que no sé ni qué día estamos.  Siento alivio porque sé que eso te pasa a ti también.  Sigo. Salgo a la calle a comer algo que me llene.  Comida. Aclaro porque sé que me conoces y puedes estar pensando en otra cosa.  

Pero es San Valentín y los tiempos de espera en los restaurantes son de cuarenta minutos.  Me dio hambre en San Valentín.  ¡Que error!  No por el hambre, sino porque recuerdo que estás lejos.  Y tú sabes que no es la distancia física la que me preocupa.  Es la distancia.

¿Me estás esperando?  ¿Me estás engañando?  ¿Me estás matando?  Me tienes aquí llena de preguntas que no me atrevo a formular.  ¿Comiste bien?  ¿Avanzaste con tus obligaciones?  ¿Te presentaron a alguien?  Se me quitó el hambre.  Pero ya pasaron los cuarenta minutos y entro.  Recuerdo tu plato favorito y te huelo.  Aspiro recuerdos y me preocupa llenar los pulmones con ellos.  

Te llamo con el pensamiento.  Tú me llamas con el teléfono.  Mejor que el pensamiento- pienso.  Siempre mejor que yo- existo.  Con la llamada me devuelves el aliento que se me quedó en la entrada del restaurante.  Grito pero no escuchas nada.  Callamos.  Los dos nos estamos cuidando el corazón.   Tú más.  Yo menos.  Te extraño- digo antes de cerrar.  Pero ya no hay eco.  eco.  eco.

diciembre 27, 2010

37 conclusiones (borrador desvelado) (corregido y aumentado)

Para Alicia y para Adelaida
Feliz no cumpleaños

No puedo ver a un animal abandonado sin llorar.
Nadie puede hacerme ver una pelicula dirigida por Oliver Stone o en la que actúe Leo di Caprio.
Me afectan las arrugas, la deslealtad y el pasado.
La vida se va demasiado rápido como para pensar.
Quisiera saber decir "hasta aquí no mas".

No puedo aceptar las cosas a medias. Las cosas son blancas o negras.
Nadie me va a volver a empujar. Nadie me va a volver a empujar.
Me afecta la felicidad. Porque no-le-creo.
La muerte me asusta, pero la espero.
Quisiera tener alas.

No puedo caminar derecho. Pero debo parar de caminar en círculos.
Nadie me ha levantado del piso. Yo me levanto sola.
Me afectan los numeros. Mucho. Todos.
La vida me tienta. Sabe que me gusta apostar.
Quisiera saber medir las causas y las consecuencias.

No puedo dormir temprano. Pero sigo intentando.
Nadie me conoce bien. Ni siquiera yo.
Me afectan el perdon, la soledad.  La compañía.
La muerte se ríe más alto que la vida.
Quisiera tener 27 años otra vez.

No puedo permitir que el tiempo juegue conmigo.
Nadie tiene el poder de cambiarme.
Me afecta la distancia. Que estés lejos.
La vida ya no me debe nada.
Quisiera que tengas una varita mágica. Que seas tu. Yo no supe usarla.

Puedo reírme tanto, tanto, que me duelen todos los músculos de la cara, los dientes, la quijada.
Todos y en el momento más difícil, pueden contar conmigo.
Me favorecen los años. Pero me ha costado.
La vida y la muerte me intrigan, me piensan, me olvidan, me pasan.
Quisiera que me aprietes hasta dejarme sin aire.

Puedo todo lo que quiero.
Todos llegan a ser felices.  Todos conocen la infelicidad.
Me benefician las anécdotas que me contaban en la cocina de la abuela. Las extraño.
La muerte se escribe con la tinta de la vida.
Quisiera...  Tantas cosas quisiera.

Pero sólo queriendo no se logra nada.  Se logra actuando y arriesgando.
Y yo he actuado y me he arriesgado.  37 veces he actuado.  37 me he arriesgado.
...

diciembre 26, 2010

Sueño

Cierro los ojos y ahí está el hombre de mis sueños. Abro los ojos, y ahí, está el hombre de mis sueños.

diciembre 22, 2010

Roto

A la salida, el especialista devolvió el dinero. No pudo reparar el corazón roto.

noviembre 08, 2010

Sweeney Todd en Guayaquil

El teatro lleno, las luces bajan y el telón descubre una magnífica escenografía dinámica que mutará durante toda la obra.  Se escucha al coro preguntar “¿Sabed quién era Sweeney Todd?” Siento escalofríos.  Hay cuarenta personas en escena para interpretar el musical original del neoyorquino Stephen Sondheim.

Cuenta la leyenda que Sweeney Todd, el cruel barbero de Fleet Street existió aunque no ha sido comprobado.    Benjamin Barker, nombre original del protagonista regresa para vengarse del hombre que lo desterró y se quedó con su familia, asesinando a decenas de hombres con su navaja de afeitar hasta conseguir su cometido.  Su cómplice Mrs. Lovett es la encargada de desaparecer la evidencia, convirtiendo los cuerpos de sus víctimas en rellenos para pasteles.  La trama tiene giros inesperados que no puedo develar pero que hacen de esta, una obra muy excitante.

Antes de ir al teatro, había visto la sangrienta adaptación del musical llevado al cine por Tim Burton, pero para ser honesta mi primer encuentro con Sweeney Todd se lo debo a la película “Jersey Girl” donde el barbero era interpretado por Ben Affleck en la obra escolar de su hija.  Pero la magia de las películas y los efectos especiales no lograron superar al musical en vivo.

La actuación del costarricense Fitzgerald Ramos y la ecuatoriana Elena Vargas como solistas principales es estupenda, pese a que por llegar tarde al teatro y tener una mala ubicación, me perdí parte de las  líneas de la pastelera por problemas de sonido o acústica del teatro, único detalle que puedo reprochar porque el resto fue impecablemente cuidado y puso en evidencia que para poner en escena una obra de tal magnitud el equipo se tomó un año.

Mención especial para Liliana Duque encargada del diseño escénico que permitía que un escenario giratorio nos transportara de la calle Fleet Street a la barbería, la pastelería, la casa del juez, el manicomio, el interior de la casa de la pastelera y al mortal horno sin bajar el telón; para Pepe Rosales encargado del vestuario y para la niña que interpretó a Tobby, quien se roba los últimos minutos de la obra.

Han pasado tres días y sigo escuchando al Coro Mixto Ciudad de Quito y a la Compañía Lírica Nacional, acompañados por la Orquesta Sinfónica de Guayaquil dirigidos por Raymond Fellman (E.E.U.U) y Vasiliki Tsouva (Grecia).  Llegué treinta minutos antes de que empiece la obra y pienso que tuve suerte al lograr entrar a este espectáculo, que pudimos apreciar más de 3000 personas en dos presentaciones gratuitas gracias al aporte del Fonsal y el Municipio de Quito.

Quienes estuvimos en el teatro difícilmente podremos olvidar la majestuosa calidad del musical, estrenado originalmente en Broadway en 1979.  Y justamente en eso pensé durante toda la obra, que estaba presenciando un musical a la altura de Broadway.  La gira continúa en Cuenca el 12 y el 13 y cierra en Quito el 17, 18, 19 y 20.  Bien por la iniciativa de la Fundación Teatro Nacional Sucre que nos sorprendió con este evento.  Ojalá esta sea la primera de otras obras de esta dimensión que podamos apreciar en el país.




octubre 25, 2010

Parla Italia y su semana de la Lengua

Hace dos semanas recibí la llamada de mi amiga Carla, quien por cierto hoy me recordó que nos conocemos desde hace veinte años, para preguntarme si podía ser jurado de algunas actividades programadas por la “X semana de la lengua italiana”.  Como un acto reflejo le contesté que si y luego le pregunté de que se trataba.  Los jurados eramos: dos personas de ascendencia italiana relacionadas a las actividades de su herencia, un italiano que llegó por amor a Ecuador y yo, que no tengo nada que me una a esta maravillosa tierra, pero hablo el idioma y estoy vinculada a las letras.

El primer día nos reunimos en la biblioteca para ver la representación de “Il Capuccetto Rosso” (La Caperucita Roja) de los Hmns. Grimm, puesta en escena por los niños del Colegio Giusseppe Garibaldi.  La adaptación fue estupenda y escucharla en italiano con fluidez fue emocionante.  Al día siguiente asistimos al concurso de libro leído “I promessi sposi” (Los novios) de Alessandro Manzoni (1827) y, el tercer día aumenté mi vocabulario con un par de palabras nuevas incluidas en el concurso de deletreo, para el que los chicos se habían preparado tan bien que se acabaron las 150 palabras y todavía quedaban participantes que no habían cometido errores.

El último día que estaba supuesto solamente a que entreguemos los premios “ai vincitori”, fuimos sorprendidos con un breve discurso de la Sra. Clara Bruno de Piana, un diploma que nos entregó el Sr. Ricardo Ambrossini por nuestra participación y un rico “pranzo” en el que conversamos de cine, de anécdotas familiares, de teatro y de la homenajeada: Italia.

Este es un país que nos trae a la mente tantas cosas diversas: su comida, el vino, la moda, las letras, la pintura, la escultura, la música, el cine, el romance, los autos, la temida mafia.  El Imperio Romano, Sofía Loren, Carla Bruni, La Gioconda, Federico Fellini, El Padrino, un pedazo de lasagna y una copa de Brunello di Montalcino.  ¡Ai miei carissimi amici Toscani e Salentini!  Tantas cosas que han inspirado a propios y extraños y que nos hacen soñar con que todos los caminos nos lleven a Roma, Florencia y Venecia.

Me gustó ser parte de esta celebración, y es lo mínimo que podía hacer para festejar a esta tierra y a esta comunidad que tanto ha contribuido con mi ciudad.  Yo llegué a Italia por casualidad, que luego se convirtió en amor y que ahora se convierte en un compromiso. 

Ci rivedremmo Carla, Silvana, Luigi ed Io, per cominciare il Club di Cinema italiano alla mia cittá.  ¡Grazie mille Carlita per fare la telefonata!


octubre 06, 2010

El piso del editor

Me alcé el mojito martini en cuestión de segundos para darme valor, me quité una gota de vodka de los labios con el dedo anular, recorrí mis dientes con la lengua para remover cualquier resto de hierbabuena y engallada caminé derecho hasta llegar a él.  Lo interrumpí mientras conversaba con un par de tipos enternados, probablemente del mundo editorial, y sin mayor introducción o pena le dije -Claudio ¿te gustaría tener una esclava del tercer mundo?-.

El editor soltó una carcajada seca, bien le venía descansar del trabajo y de las preguntas poco creativas que le había ofrecido la velada hasta el momento. Inmediatamente giró su cuerpo hacia mí, viejo lobo que percibió el olor del miedo que despedía y que el vodka no logró disimular.  Los hombres se fueron sin que lo pidamos, quizás nuestras miradas incendiarias los quemaron.  “¿Y cómo se llama mi esclava?” guiñó (no sé si fue pensado o era un tic), -Layla, hoy me llamo Layla- respondí.

La noche se desenvolvió entre coqueteos y preguntas que le asegurasen que no tenía una novela para editar en mi cartera: ni la mía, ni la de nadie.  El editor es un hombre: encantador, maduro, de cabello canoso que peinaba con los dedos con excitante frecuencia, una barba de dos días que no me resistí a acariciar y  un físico que prometía aguantar más de una ronda… Bebimos y no hablamos de Nobeles ni del post boom, sino de experiencias de viajes, cócteles y noches locas. 

-No cambiaría Barcelona ni por la promesa de un manuscrito escondido de Stieg Larsson – rió irónico, -en cambio yo daría muchas cosas por llegar a tu piso- clara y con cara de ahora mismo.  Toda la noche le envié mensajes directos en los que me colaba a su departamento, señales a las parecía ceder complacido.  Me había puesto ese vestido ceñido que no me falla porque sabía que esa noche lo encontraría.  Como era de esperarse nos retiramos temprano.

Cuando abrió la puerta de su piso escuché un ronroneo.  Me agaché y acaricié al gato, “se llama Plutón”.  Repentinamente asimilé que estaba en el departamento de un hombre al que no conocía y por un momento pensé, que iba a terminar emparedada en la cocina.  Se rió una vez más y me dijo sin que le preguntara, que no tenía los problemas del protagonista de la historia en cuestión*; luego caminó hacia su habitación y me dijo que me ponga cómoda.  Me saqué los zapatos y comencé a pasear mi índice con aroma a mojito por los cientos de libros, los cuales sospecho habría leído todos.  Luego revisé sus fotos: una de su madre, sus hermanos y sobrinos, un perro muy fino, Plutón, y varias con un amigo.  Ninguna mujer de importancia para enmarcar.

¿Gatita, me sirves un vodka tónica?, gritó desde la habitación.  –Mmmkey- respondí entre dientes, asumiendo el papel propuesto.  –Gracias gata, mañana te espero a las 8h00- dijo empuñando el vaso y empujándome con el meñique hacia la puerta, -no tardes, que a mi novio le pone de mal humor tomar el desayuno después de esa hora-.  Flashbacks del camisón de bolas, medias a rayas, dedo meñique empinado, cejas bien cuidadas, ninguna foto con mujeres.  La despedida a la fantasía con el editor me golpeó el ego tan duro como me dio la puerta en la nariz.

Al día siguiente estuve en su piso quince minutos antes de las ocho.  Había comprado pan francés y preparé mi desayuno estrella: omelette de espinaca y cheddar, jugo fresco de naranja y café pasado.  Cuando terminé lo acomodé todo sobre el desayunador junto al diario que recogí a la entrada, sobre el cual coloqué el manuscrito de este libro.  No doy por perdedor al vestido rojo, sino fuera por él no habría subido jamás al quinto piso.  Pero este libro… se lo dedico a mis habilidades de cocinera del tercer mundo.

*El gato negro, Edgar Allan Poe.

agosto 18, 2010

El oficio responsable

Escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo.
Dicho islámico.


El escritor sabe que dejar la página en blanco es lo más responsable. Así que lee hasta el cansancio. Y después lee un poco más. Siente un impulso por agarrar la Bic (no es tan exitoso como para usar una Montblanc… todavía) pero como es responsable la suelta. Luego duerme hasta el siguiente nervio.

En la madrugada se despierta, abre la agenda y hace garabatos con la luz apagada hasta que la Bic cae al suelo. El escritor cierra el cuaderno y los ojos, y regresa a esa casa que no es la de él, con esos amigos que no conoce y a los que les gusta hablar de libros, donde está esa mujer de vestido rojo que en la vida real jamás le sonreiría.

Más tarde los rayos de sol que entran por la persiana descubren su cabeza y lo levantan. Como es responsable arranca esa página, hace una bola con el papel y la tira en el cesto de la basura. Piensa en Flaubert y repite que no vale la pena. En realidad, no vale la pena. Se levanta y con religiosidad se dirige a su biblioteca.


(Aquí el narrador encuentra el papel y lo retira del tacho).


Toma un libro y subraya, pone corchetes, escribe apuntes y de esta manera calma la ansiedad provocada por usar el bolígrafo. Se desespera porque no sabe si algún día podrá escribir así. Mientras piensa, se le sigue cayendo el pelo. Trata de disimular pero envejece y no es el único en darse cuenta. Su mujer está a punto de dejarlo, no soporta las bolas de papel en todos los tachos de la casa, en el carro, en la cama. Hasta cuándo.

Basta de papeles arrugados, de rechazos, de incertidumbre, de inventos fracasados, de letras sin forma, de garabatos a la madrugada. Y además están las cuentas de las librerías… ¿Otra vez llega a casa con más libros? ¡Pero si nos sentamos en libros! Ya no hay espacio. Papeles por todos los flancos –se queja la doña— un día de estos me agarra el diablo y lo enciendo todo.

Por la tarde el escritor en un tsunami de creatividad, revienta. Tiene una muy buena idea. Él no busca fama, sólo quiere ser un buen escritor. Enciende la pc y mientras éste se carga escribe en la agenda “Érase una vez el millonario más pobre”. Es malo, ya debería de haberse dado cuenta. Pero sabe que esa primera frase después la puede reescribir y avanza con la idea. Hay un asesino, un hombre que busca el dinero del pobre millonario. Introduce repentinamente en la historia a una vieja que también quiere matarlo, pero no por el dinero, sino por podrido. Porque no soporta un día más al viejo.

Va por la página treinta y siete, ya no es cuento, es novela. La emoción lo pasma tanto que la página treinta y ocho queda en blanco. Escribe pero borra. Relee y borra algo más. Los nervios hacen que grabe y cierre la pc. Desapacible, se sienta en la butaca que pertenecía al abuelo que leía en busca de inspiración. Ya ni habla con la mujer que le desfila adelante con una taza de café, y se enreda con un rimero de libros que ha crecido en el piso como un hongo.


(Mientras tanto el narrador con sus manos plancha la hoja de papel y la guarda en la carpeta que ha asignado en letras mayúsculas como “MÍA”)


La tarde se desenvuelve tranquila, el escritor abre el libro en la página en la que se quedó y subraya más frases, las que le parecen buenas. No con el afán de copiarlas, sino de aprender. La vida del escritor es esa. Escribir y aprender. La mujer con señas le dice que está lista la cena. Enciende la televisión y escucha la noticia de un hombre que apareció flotando en el río y la joven que lo encontró y trató de salvarlo resbaló, se dio con una piedra y murió junto a él. Los vecinos alegan que no fue casualidad, que el hombre era amante de la muerta, por eso flotaba fuera de su casa. –No me sirve esta historia— reflexiona mientras sorbe una crema de brócoli que está salada.


(El narrador ha observado que el escritor avanza por primera vez con una historia, así que piensa que ya es tiempo de abrir y ordenar la carpeta. En dos días tiene doce relatos editados y cuatro más que valen la pena y se prepara a visitar editoriales).


A los tres meses el protagonista abre el diario y encuentra en un cuarto de página la invitación al lanzamiento de un nuevo escritor en un café bar bastante bohemio y antihigiénico de su ciudad. Pero qué más da, hay que apoyar al gremio. Ni le pregunta a la mujer si quiere ir. Ya sabe la respuesta y prefiere evitarse el improperio. Se pone camisa, pantalón de vestir, cinturón de cuero y zapatos de suela para ir a ese hueco. –Ya regreso— dice, pero nadie contesta.

Llega al sitio y le dan una volante con la foto del escritor, le parece conocido. Es igual a uno de los amigos del Club de Lectura de sus sueños. Lee la reseña del libro y está bien, pero no para publicar. Se apagan las luces y un seguidor apunta a una mujer de abundante cabello negro y rizado, piel canela, apariencia exótica, escote en “a” (¡aaah, qué buen escote!) vestida de rojo. Presenta al tipo que lee la primera historia de su libro “MÍA”. –¡Y son mías, mis historias!— dice el escritor sin hallar explicación.

(El narrador no se inmuta con la presencia del verdadero escritor de su libro entre el público y sigue leyendo. Al final, él es quien descartó todos los textos. Él los ha salvado de caer en malas manos o peor aún: en mano alguna).

He aquí la diferencia entre el protagonista y el narrador. El primero busca la felicidad utópica del deber cumplido, de la letra que pasa a la historia, de su nombre en el libro de li-te-ra-tu-ra. El segundo sólo quiere ser escritor. No sabe de qué se trata porque no es responsable, pero le parece que tiene que escribir un libro para realizarse, aunque el árbol que plantó sea el mismo que haya servido para que se imprima un libro mediocre que ni siquiera es de su autoría.